047-Cosas que llevo en el bolsillo

Suspirar hondo
para que salga a la superficie
el chapapote
que se me pega a la garganta.

De nada vale las corazas
contra las agujas del reloj.

El altar de los sacrificios


Amparado en la oscuridad de la noche, mi figura recorre las calles más sombrías. Busco almas semejantes para alimentar mi sed eterna, para aplacar, aunque sea por unas breves horas, la necesidad terrible que me atormenta. Oculto mi rostro para no ser reconocido. No siento vergüenza, pero mi condición debe guardarse de las miradas inquisitivas.
  
Esta noche, como tantas otras, Magdalena va de mi mano. Ella también está hambrienta. Ella busca, igual que yo. Su sed, como la mía, es eterna. Somos criaturas de la misma especie, su instinto es de depredador.
  
Llegamos a un punto acordado. Nuestro coto por esta noche. Hoy somos ocho en la Comunidad. Nos cazamos y nos devoramos unos a otros, sin piedad alguna. La batalla es feroz. Cada uno de nosotros posee por un momento el ansiado y efímero cáliz para derramar en los labios unas gotas del néctar que contiene. 
  
Antes que el alba rompa el horizonte, todo termina. Luego, como animales acorralados, escapamos y nuestras figuras se pierden, alejándose sin demora del altar de los sacrificios. Pero dejamos marcado el rastro suficiente para volver a encontrar el camino en un futuro que no se antoja muy lejano.
  
Llega la mañana, abro los ojos. Magdalena duerme junto a mí plácidamente. Su cara refleja la paz de quien ha satisfecho sus deseos. Acerco mi nariz a su boca y puedo oler los últimos restos del aroma que delata un gran banquete. Beso sus labios. Ella despierta, parpadea un poco y me mira. Sonríe y, como una gata, estira sus extremidades, desentumeciendo los músculos del breve descanso. Acaricio su rostro sin mediar palabra.

De pronto, se levanta, se sienta frente al ordenador, siempre encendido, y abre su correo electrónico. La miro y sonrío. Es hora de preparar el café.

(abril 2008)
v.m.j.a.

046-Cosas que llevo en el bolsillo

He defendido
castillos de arena,
incluso castillos en el aire,
conociendo la fragilidad de sus cimientos
y sabiendo que con ello me ataba a la derrota.

045-Cosas que llevo en el bolsillo

Aguanto las pedradas
sobre el ring
y no creo en las alas que inundan
el calendario.

Un verso es lo más cerca
que estaremos de volar.

Placer

Perdí otra noche derrochando besos sobre tus labios de cristal. Entonces decidí marcharme.
 
Busqué más allá de la frontera de tu piel placeres prohibidos y vetados a mi católico corazón. Encontré el infierno y en su centro flotaba aún la sombra de tu presencia escondida. Me desnudé de los principios aprendidos entre capones y sotanas negras y comulgué con pieles extranjeras.
  
Volví a ser feliz cuando descubrí el color del fuego de tus ojos y te encontré de nuevo en los reinos oscuros. Decidí quedarme para morir en tus brazos.
 
(v.m.j.a. 11/11/04)

044-Cosas que llevo en el bolsillo

Me abrazo al asta de un toro salvaje
para huir del veneno
que esconden las veletas.

                Mejor morir
                a que me den por muerto.

043-Cosas que llevo en el bolsillo

Decidir es poner la última pieza de un puzzle
que ya han construido previamente
y que ese hecho tan vacuo
nos inunde de satisfacción.

042-Cosas que llevo en el bolsillo

El rumor de las nueces
tatúa la piel de Céfiro
de nostalgias.

En esa frontera estoy
con un pie a cada lado.

Monito de circo

El mono solloza por una perla de sabiduría
con la que amordazar la médula de la risa,
el delirio del sistema métrico
y el lugar en el que anidan los fetos de la burla.

En el umbral embarrado de la desesperación
un plátano podrido no es consuelo
cuando por los vitrales del alma
se cuela un halo de pálido odio.

Y no hay peores cerrojos que aquellos transparentes
que unen las cadenas alrededor del pescuezo
de una voluntad tallada en papel de seda.

(del poemario Circo)

La baldosa

Una baldosa suelta en la calle sirve de entretenimiento a un niño que la pisa a un lado y a otro para moverse como un péndulo. Debajo, las pobres hormigas no comprenden la procedencia del terremoto que está terminando con ellas.

(del libro Encélado)

041-Cosas que llevo en el bolsillo

Por mucho que domine
el arte de los anzuelos,
no podré atrapar
al escurridizo instante.

Nadie lo ha capturado jamás,
aunque eso no consuela.

Equilibrios complicados

Amarte fue hacer equilibrios sobre una pelota
y plantarle cara a un suburbio lóbrego
de tiempo apuntalado en el glaciar de tus besos.

No por esperada la punzada en mis pies fue menos funesta
cuando un alfiler arrancado de tus vísceras
me hizo perder la armonía.

Sin pelota que sostenga un nimio fragmento de mí
solo me queda claudicar y agazaparme lejos del torrente de luces.

(del poemario Circo)

Amor

Tu camiseta dice: I love you.
Hace falta saber quién es ese tal “you”. 

(del libro Encélado)

040-Cosas que guardo en el bolsillo

Verso es el ala de un pálpito
con cascabeles cosidos.
La magia está en las interpretaciones infinitas
de su música.

El hombre bala

Soy el increíble hombre bala,
igual que tú, aunque no lo sepas o no quieras reconocerlo.
Mi vida es meterme en un cañón en la mañana del lunes
y salir disparado hacia el fin de semana.

Errores de cálculo lógicos hacen que a veces me pase del objetivo
y que me estrelle contra un martes o miércoles de otra semana.
Volver a la boca oscura, medir la pólvora y apuntar
para ser el más rápido de todos es lo que queda.

(del poemario Circo)

Demolición

Queda demostrado que destruir es una forma de crear. Ese es mi consuelo cuando en lugar del lápiz tomo el martillo.

(del libro Encélado)

Sobre el monociclo

Bajo el barniz que abriga un corazón férvido
pulula un deseo montado en monociclo.
La rueda avanza y retrocede temblando,
como labios de mendigo salpicados de amanecer.

Parece que el azar es el guía de cada pedalada
y la estación nunca se alcanza en un tiempo que siempre llega.
Cuando la música calle y el artista salte del sillín
columbrar desde la hondonada será la recompensa.

(del poemario Circo)

Presentación-performance de "El último diente de leche"

El próximo 5 de junio a las 20:00 h. en la Bibliotec Pública de Cáceres, presentaré mi poemario "El último diente de leche".
  

Kilómetros

Mis zapatillas rotas guardan en sus tripas un desguace de kilómetros: los caminados y los desconocidos.
   
(del libro Encélado)

038- Cosas que llevo en el bolsillo

En los pétalos secos de la rosa
no está ya la sustancia
ni siquiera su recuerdo.
El mismo nombre
es mera coincidencia.

Yo tampoco soy
el de entonces.

El último unicornio

Muchos pensarán que sucumbí al señuelo,
que me dejé la razón olvidada en una esquina
cuando me acariciaste con tus ofrendas.
Lo cierto es que entré sabiendo que mentías.
Hace muchos años que no creo en unicornios,
pero tú no tenías ni idea de eso
y preferí que te bañaras en laureles de plástico,
tal vez porque entonces fingíamos querernos.

(del poemario Circo)

La fiesta de la miseria

Una nube de neones brilla en la ciudad. También sobre los cartones donde se cobija la miseria. Cintas de colores y confeti para alegrar la vista a un ciego, que cualquier día puedo ser yo. 
 
(del libro Encélado)

037-Cosas que llevo en el bolsillo

Las libélulas besan
la esencia de aquella fuente
que es isla en mar de alambradas.
 
Traedme en las alas la gota
que no puedo alcanzar.

Inocencia

Sentir el fulgor de los colores sobre lo desvaído de la miseria
es habilidad reservada a corazones pueriles.
La candidez y el asombro tejen ese velo que no permite
intuir la lágrima y la fatiga bajo el maquillaje del payaso.
Ya me gustaría guardar en mi bolsillo —hace años descosido—
unos gramos de aquello que perdí con el beso de una polilla.

(del poemario Circo)

036-Cosas que llevo en el bolsillo

A menudo visito
el cementerio de los incautos
donde yace aquel que fui.
 
Mi nombre en la lápida
es cimiento
cada vez que canta el gallo.

Un giro

Mirar todo a través de un espejo no es la respuesta (así es más complicado distinguir la realidad de su representación distorsionada), pero es algo a lo que agarrarse cuando la fe se nos escapa entre los dedos.
   
(del libro Encélado)

Giros

Giran los aros en diabólica sincronía
con las agujas del reloj que marca el tiempo baldío.

Cada gota es un número de circo que se ofrece al paladar
de un espectador sordo, ciego o estúpido (en el mejor de los casos).

(del poemario Circo)

Suerte o su ausencia

SIembro margaritas
en la piel de la ciudad
y me juego los últimos
besos en las mesas del (casi)NO. 
 
(del libro Encélado)

Mozo de pista

Sueña con trapecios, con mazas de malabares,
con cuerdas flojas o narices de roja goma-espuma,
mientras pisa el vestido de otra aurora
que no es más que el preludio de la rutina
que campanillea en sus oídos.

Limpiar las inmundas jaulas —alguien tiene que hacerlo—
y echar de comer a las fieras con las que otros se lucen,
son un par de cuentas del collar que visten los callos de sus manos.

Rehén de un laberinto sin fisuras que solo abre salidas equivocadas
a medio metro del abismo, queda petrificado
en el transcurrir de un tiempo gris que a pesar de todo es suyo.

(del poemario Circo)

034-Cosas que llevo en el bolsillo

Los perros ladran en la madrugada.
El miedo anidó en uno,
aulló
y todos se infectaron.

Yo ladro hacia dentro
por un instinto
de supervivencia.

Encélado

Cassini orbita el planeta Saturno. Sus cámaras captan algo extraño en la luna Encélado. Parece muerto, pero sin previo aviso géiseres gigantescos de hielo y agua brotan en su superficie. No hay nada parecido.
   
(del libro Encélado) 
  

Cementerio de elefantes

Una vorágine de tardes clónicas
penetra en las vértebras de los elefantes.

El final del camino es destejer la esperanza en los ojos
cuando un mozo enfermizo amarra las patas al tedio.

Aplastado por los años el más viejo de la manada

mata por morir sobre huesos ancestrales.
Agazaparse bajo un cielo que nada más existe en los carteles
no es alivio para los que habitaron la inmensidad de la sabana.

No solo respirar es la vida y el cementerio no es un mítico lugar de África,
sino una sucia escombrera en los arrabales de la razón.

(del poemario Circo)

Letras Breves nº. 16

Ya está disponible el número 16 de "LETRAS BREVES": poesías y microrrelatos. Puedes descargarte aquí la publicación, imprimirla y plegarla como un tríptico. Se puede compartir libremente.
     
Letras Breves nº. 16
 

Juegos malabares

Las manos hábiles no son la respuesta
sino el camino a la respuesta.

Una pelota de juegos malabares
es un signo de interrogación prendido en el aire
un instante antes de transformarse
en monosílabo del álgebra de Boole.

Un monosílabo del álgebra de Boole

 no da lugar a interpretaciones.

(del poemario Circo)

032-Cosas que llevo en el bolsillo

Soledad:
necesaria distancia
para observar un mundo
descontaminado de mí.
Refugio en el que las heridas
no se lamen
con lengua viperina.

El corazón del trapecio


La angustia se palpa en unos ojos
que siguen hipnotizados el vaivén del trapecio.

¡Redoble de tambor! ¡Más difícil todavía! ¡Doble salto mortal!

Ángeles ingrávidos cruzan un firmamento de cables,
lona y estrellas pintadas a brochazos.

¡Redoble de tambor!

El corazón tiembla en la garganta durante un páramo de segundos.
Estética de músculos perfectos atravesados por haces de miradas morbosas
que anhelan el error como parte del espectáculo

      ¡Triple mortal! Para inflamar el aire de alabanzas.
   

031-Cosas que llevo en el bolsillo



No me avergüenza abrir el libro,
pero dime: ¿Qué adelantas leyendo sus páginas?
Créeme: te sorprendería saber
que no hay lugar para la sorpresa.

La orquesta


Cada momento su banda sonora.
Alternar la alegría con el redoble de tambor
y provocar que los dientes devoren uñas
es oficio de maestros.

Desde su rincón sombrío las notas visten
          —como modistillas generosas—
la gloria de los artistas.

A veces la ausencia no se tiñe de silencio
y la trompeta llora en las manos del payaso triste.
    

030-Cosas que llevo en el bolsillo


Tanto chupamos de la ubre
que no nos han salido los dientes.
Con las encías despobladas
no podemos rebañar los huesos
que sobraron del festín.
Al menos aprendí
a tragar gusanos
para no morir
de hambre.

Equilibrio


Alcanzo con la punta de los dedos un suspiro de la luna
y desde allí me cuelgo del alambre del funámbulo.
 
Los pájaros que se han colado bajo la lona que alberga las fieras
me esquivan en disonante estampida, chocan unos con otros y caen:
           fardos de carne muerta para festejo de fauces.
  
El equilibrio requiere concentración y ni aves desquiciadas
ni manos fabricando sombras chinas empañan los ojos del artista
que sabe lo que es palpitar sobre la cuerda floja.