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Mostrando entradas de 2018

Polvo esencial. El opúsculo del caminante

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71-Cosas que llevo en el bolsillo

No siempre bajo el humo existe una llama, ni toda llama implica humo.

El punto de partida de los carruseles

Ahora que paseo con las manos en los bolsillos por el que fue tu barrio, el recuerdo me espera al abrigo de un palio invisible. Bajo la atenta mirada del nieto del cuervo de entonces, los besos no nacidos me gritan los tormentos de su condena y las fachadas ocultan, en las hojas descosidas de un almanaque, el perfume de las flores arrancadas una primavera errática. Ya mi lengua ha perdido el tacto de la fruta que brotaba de tu boca -si es que alguna vez aquello sucedió-. El adiós sabe a certeza cuando el primer sol de septiembre anuncia el punto de partida de los carruseles.

70-Cosas que llevo en el bolsillo

Matrimonio perfecto: tu ignorancia y mi engaño (o viceversa).

Encrucijadas múltiples. El opúsculo del caminante

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Jubilación anticipada

En el precipicio de aquel amanecer cubierto por hule de escarcha, una sombra me arrancó tres dientes de un golpe certero en la mandíbula. Después de 48 horas en observación, habitó la soledad de los pliegues bajo mi almohada en la cama del hospital. Dicen que le dieron la jubilación anticipada al ratón Pérez. Ya no creo en quienes cambian monedas por dientes cuando las arcas están vacías y las encías casi despobladas.

69-Cosas que llevo en el bolsillo

Los besos embotellados en vidrio no retornable tienen fecha de caducidad. No hay degustaciones gratuitas para el desertor de las estrellas.

Obertura. El opúsculo del caminante

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Plastilina

Unos dedos sin cicatrices amasan con la fuerza de los brotes lozanos. Existe una convergencia al punto de destino, un sumidero ineludible. La suma de colores no es el arcoíris sino un nubarrón gris que pronostica tempestades. La evidencia no favorece el verbo del profeta. Ignora que el fin del mundo sucede cada día.

68-Cosas que llevo en el bolsillo

El día menos pensado el murmullo se hace grito. No te fíes de los cimientos: torres más altas han caído, incluso aquellas conjuradas a los dioses. Después de los terremotos nada sigue igual. Aunque aspiremos a lo contrario reconstruirse es una ilusión.

Camino

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Inicio el viaje en la palabra camino, sin pretensión de luz que arañe el horizonte.

Al corro

Al corro de la patata, menta perfuma los labios. Entre las piernas florece temblor de plumas nuevas. Naranjitas y limones alivian el resfriado de las agendas perdidas. Vueltas y más vueltas siguiendo la tonadilla:                     ¡Achupé! ¡Achupé!                     ¡Sentadita me quedé! Después de la dulce niebla los rostros se endurecieron.

67-Cosas que llevo en el bolsillo

Después de lavarse las manos en la concurrida fuente de Pilatos, y mientras pregona: “no matarás”, apunta a la cabeza para ahorrar sufrimiento                                     (como si eso le eximiera de toda culpa).

Poema bobo

Si tuviera unos años menos y la mirada taciturna, sonrisa de canalla y perfil griego; cuerpo de azúcar y voz melosa como susurro en un orgamo, si escribiera chorradas de adolescentes con recalentón y me inventara historias de algún amor maldito, mis poemas serían las palabras de un dios. Pagarían por verme vendería miles de libros y me regalarían bragas y flores cada noche. Mis vídeos en youtube cotizarían en la Bolsa y tendría postrado a todo el Parnaso a mis pies. Pero seamos realistas: Yo no soy poeta-objeto tipo muñeco de sex-shop. Y así me va.

Especuladores

El pasaporte hacia la gallina de los huevos de oro es un puñado miserable de habichuelas que hay que comprarle al traficante de sueños en el paso de la frontera. El expolio alcanza al horno donde se cuece el pan cuando las cosechas prometen máximo rendimiento con mínima inversión. Queda huir entonces, con patas de gacela, del canto hueco de los predicadores y de los rótulos luminosos que ofertan castillos en el aire.

66-Cosas que llevo en el bolsillo

Tiendo la mano a las fauces del pitbull que ladra mi nombre cada vez que me huele. Aunque la palabra enemigo es absurda cuando viajamos en el mismo tren, temo que mi gesto sea un saco de huesos en mitad de la jauría.

El opúsculo del caminante. Haikollage 7

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Somos camino suspiro en el paisaje de este ahora.

Espirales

¿Te imaginas que pudiéramos recorrer el interior de un caparazón de caracol? Daríamos vueltas y vueltas en una espiral. Sería divertido jugar a no tocar las paredes mientras nos perseguimos y recitar poemas a gritos para que el eco nos acariciara. Estaría bien para guardarse de este invierno tan frío que ya canta su preludio con guirnaldas de hielo. ¡NO!  Ningún gasterópodo merece el destierro de su hogar.

Ecosistema mínimo (XVII)

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Cuando regresemos volarás libre, te alejarás tanto que la osamenta del recuerdo se confundirá con las raices centenarias. Sin embargo, quedarás atrapada para siempre en la melancolía de un verso que aún no he tenido el valor de escribir.

El opúsculo del caminante. Haikollage 6

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Solo preguntas hierven en la marmita de aquella sombra.

La ratita presumida

Muestra un lazo de papel atado a la cola y veinte pares de ojos lamen la estela virgen de su piel. Se deja acariciar por la sonrisa afilada de un gato perverso, mientras contempla a cien elefantes sobre la tela de una araña. Las promesas se precipitan al balde de aguas fecales cuando la música de las monedas taladra el momento de duda y la arrastra al sol que más alumbra. Antes de que la noche reine le arrancarán el lacito, se comerán sus sueños de almíbar y será otra muerta que vivirá en las esquinas.

Ecosistema mínimo (XVI)

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Tanto tiempo sin ese trémulo aleteo que ahora me araña. Has tenido que ser tú la que me resucite del letargo de años. Ha tenido que ser en este lugar tan apartado del hormigón que conmueve. Conozco la palabra exacta, pero callaré para conservar mi naturaleza de sombra.

El opúsculo del caminante. Haikollage 5

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Una libélula de carnaval se viste en la intemperie.

Ecosistema mínimo (XXV)

Es esta alegría la que amamanta al verso con su leche de nácar, la que salpica los días venideros en la aridez de las agendas, la que conservaré para siempre, cuando todo haya pasado, en un frasco con ramas de canela. Son tus labios ungidos por la brisa húmeda los que tanto me provocan.

Ya no me conoce nadie

“A casa, niños, a casa, que viene por la calle el hombre del saco.” Y el hombre, con sus recuerdos a la espalda, se extraña de las ausencias. No hay un solo rostro de las fotografías viejas, ni lápidas conmemorativas en las esquinas de los barrios que un día fueron arrabales. Nada es igual para el extranjero que retorna. Los cadáveres de los días arañan los cristales, como almas ahogadas en el Aqueronte, cuando lo ven deambular por la plaza. Nada es igual ante sus pupilas.

El opúsculo del caminante. Haikollage 4

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Alma, camino, ¿dónde está el sosiego para esta llama?

Ecosistema mínimo (XXIV)

La belleza viene a enhebrar la aguja con la que se cosen mis sueños. Solo tu nombre escrito sobre la arena es suficiente para levantar la tempestad que me envuelve. Abro los ojos. No es un retorno, porque en realidad nunca me he marchado de aquí. Sobre una piedra oteas el horizonte azul. Sonríes y sonrío. Aunque el regalo no va dirigido a mí, me lo apropio. Nada me da más placer que robarte gestos sin que tú lo sepas.

Gretel

“Todavía nuestros brazos están tendidos.” Vicente Aleixandre Arrojamos cubos de días en la mitad del calendario para alejar   ayer           de           hoy.   No por ti, ni por mí, sino por la inercia del reloj. Pasas cerca y no ves que te observo tras la ventana de mi casa de chocolate. ¿No te gusta lamer ya estos muros? No he vuelto a meter a nadie en la jaula desde que te marchaste o te dejé escapar.

El opúsculo del caminante. Haikollage 3

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Tirar de un hilo y otro se destensa: labor de dioses.

Ecosistema mínimo (XXIII)

Los guijarros tocan mis pies descalzos, no para herirme sino para acariciarme con la esencia de una historia que siempre se repite. Te contemplo una vez más, para hacerte perenne cuando el otoño me bese en la frente con sus primeras lluvias. Te contemplo una vez más para hacerte poema algún día.

Nada

“Ellos montaron sus telares y simulaban estar muchas horas tejiendo.” El Conde Lucanor. Cuento XXXII. Don Juan Manuel El pícaro en el vestido cose lentejuelas de aire para deslumbrar con su brillo a los unicornios que decoraron las banderas. Añoro una voz infantil que diga:                 “¡El Emperador va desnudo!”   Hay muchas lenguas cortadas en el estómago del juez camaleón.

El opúsculo del caminante. Haikollage 2

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La piedra guarda las perlas de la aurora entre la bruma.

Ecosistema mínimo (XXII)

No estoy aquí para provocar la curva peligrosa de tus labios formando una partícula negativa. Muy lejos de mis intenciones mostrarte las palmas de mis manos. Sin embargo, dejaré migas de pan por el camino por si se te ocurre seguirme. Solo espero que la voracidad de los pájaros no me condene a la soledad de los panteones.

Para terminar fundidos

“nacidos para arder, para arder siempre.” Dámaso Alonso El soldado de plomo tiene los labios granados de cientos de besos perdidos. Sueña con un hogar de bóvedas de fuego y amores de papel. Entre tanto, el resto de la tropa fornica con la bailarina. Solo le queda el consuelo de burdeles de carretera que alquilan caricias para tullidos.

El opúsculo del caminante. Haikollage 1

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  Ya amanece osario el horizonte hasta el presente.

Ecosistema mínimo (XXI)

Ahora sé que la niebla ya se disipó tras este invierno tan largo que me impedía volver al verso primero. Aquel que, aunque imperfecto, ya hablaba de ti sin que ninguno lo supiéramos.

El destino de todo cerdo

“Timeo Danaos et dona ferentes” Eneida. Virgilio Los cerdos se observan satisfechos: ¡el banquete está servido! No perciben que la guarida es un cebadero sin puertas. Mientras devoran, ungidos por la gula, el lobo cuenta los días que faltan para celebrar San Martín.

065-Cosas que llevo en el bolsillo

No nos vamos a engañar:            Tras aquella duna enorme           no hay oasis solo arena candente como preludio de otras dunas.

Ecosistema mínimo (XX)

El agua moldea a la roca a su capricho. Tal vez mis palabras necesiten hacer lo mismo contigo. De momento guardaré este pétalo adolescente que me ha regalado una margarita, para cuando el olvido me asedie con su guadaña de óxido.

Escribiendo poesía en el país de los imbéciles

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Comienzo este año 2018 con una lectura que me hace sentir doblemente afortunado. Por un lado, saboreo la suerte de haber dado con un libro realmente bueno —no hay mejor forma de empezar, desde luego—, y por otro lado, la fortuna de conocer personalmente a su autor. José Manuel Díez  es de estos seres humanos que impreganan con su magia todo lo que tocan. No hace mucho disfruté de su música con el espectáculo "La semilla", ahora lo hago con su último libro publicado por Hiperión,  "El país de los imbéciles" , ganador, además, del XXXIII Premio Jaén de Poesía. El libro se divide en dos partes, una primera titulada "Los dioses del instante", encabezamiento que da pie a una serie de poemas que hablan del oficio del poeta, de su soledad, de las preguntas eternas, de la esperanza que teje, de cierto deseo de inmortalidad —quizás a través de la perduración de la obra—, de lo efímero como contrapunto, del miedo y la forma de vencerlo, de la humildad...

064-Cosas que llevo en el bolsillo

Llega un momento en el que el barco parte y como idiota me quedo en el puerto con un pasaje en el bolsillo que no supe interpretar.