Prostitución


—Todo el mundo lo hace —pensó mientras aceptaba el sobre con el dinero.
Cuando llegó a casa y se miró al espejo, quedó espantado. Acababa de prostituirse para siempre.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en: Avuelapluma (15/11/2010)

Ilustración: Las tres Graffias. Tonalli Melo Salvador

Tirstes guerras

Me permito la licencia de encabezar estas breves líneas con el verso que da título a un conocido poema de Miguel Hernández (sirva también como un pequeño homenaje en el año de su centenario). Desde que el hombre es hombre, siempre han existido las guerras. Podía pensarse –y hubiera sido lo lógico- que con la evolución de la humanidad, se iría abandonando esta práctica ancestral, pero no ha sido así. La evolución ha servido para crear armas más destructivas y ejércitos más potentes. Hemos cambiado piedras y palos por misiles capaces de aniquilar el planeta diez veces. Así que tenemos por un lado al hombre -un ser con instintos primitivos, un animal capaz de exterminar a su propia especie- y por otro lado todos los avances y tecnologías puestos al servicio de la hecatombe. Como podemos suponer esta mezcla explosiva -nunca mejor dicho- es desastrosa para nuestra propia existencia. De poco sirve apelar al sentido común (si es que queda algo del mismo), ni manifestarse en contra de las decenas de guerras que existen en la actualidad mientras las “cabezas pensantes", democráticamente elegidas de los países desarrollados, no esgriman otra herramienta más que la violencia –incluyendo la venta de armas a terceros países-, justificada al amparo de una cuestionable legalidad internacional. Tristes guerras, es lo que nos queda, tristes, tristes, como decía el poeta.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en: digitalextremadura.com (9/11/2010)
Ilustración: Verde, verde, verde destrucción. Maugdo Vásquez López

En el circo


La primera vez que fue al circo tenía siete años. Uno de los trapecistas resbaló y cayó al suelo desde muy alto. Se formó un tremendo revuelo, fue espantoso. El hombre murió en el acto. Varios años después no se perdía ni una de las funciones de los circos que pasaban por la ciudad. Nunca volvió a ver un número tan sublime.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en: Avuelapluma (15/11/2010)

Ilustración: Circo. Claudia Suarez Álvez

Migajas

Nos arrojan al suelo
las migajas del banquete,
untadas en falsas promesas.

Lamemos la mano
del amo
llenos de felicidad
y vacíos de razón.

Al llegar la noche,
nos arremolinamos ciegos de miedo.
No sabemos que el lobo
que nos devora
es el mismo que nos alimenta.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Presentación de nuestro libro UN RATO PARA UN RELATO


La editorial Rumorvisual presenta "Un rato para un relato". Un libro que recopila a 20 autores y que ha sido coeditado por Digital Extremadura.

Hoy, día 10 a las 20:00 en La Machacona. C/Andrada. Cáceres

El libro reúne 200 mini-relatos de 20 autores, por lo que hay multitud de estilos y temáticas, con un formato para cualquier momento y lugar. 300 páginas llenas de situaciones cotidianas, fantásticas, cómicas y surrealistas.

El prólogo está escrito por el escritor Javier Negrete y cuenta con los textos de Alonso Torres, María Carvajal, Víctor Manuel Jiménez, Victoria Pelayo, Francisco De Borja, Beatriz Lluch, Santiago Tobar, Purificación Claver, Rafael Marchena, Ana Flor Redondo, Pedro Jesús Moriche, Ángela Velasco, José Carlos Macías, Charo Alonso, Jorge Galán, María Santos, Miguel Méndez, A. Carlos Ferreira D., Cisco Martínez, Marce Solís.

“Un rato para un relato” se puede conseguir en Cáceres en; Boxoyo Libros, El Buscón, La Luna, La Machacona, Picapiedra, Vicente Libros y Web de la editorial.

Nosotros, los de entonces


Dice Pablo Neruda en Veinte poemas de amor y una canción desesperada: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. Pensé en la friolera de años que habían transcurrido desde la última vez que estuvimos juntos los compañeros de aquella promoción, nacidos en 1971, del Colegio Diocesano. Algunos se empeñaron en saber del resto y, en buena parte gracias a la red de redes, localizaron a un nutrido grupo de los de entonces. Quedamos en un céntrico restaurante, sin otra pretensión que tomar unas cervezas, charlar y preparar una reunión mayor. Sí, salieron propuestas para celebrar una fiesta, pero ya que estábamos algunos, no quisimos desaprovechar la oportunidad de pasar unas horas juntos. El tiempo pareció volar aquella tarde de viernes. Con los ojos de los niños que fuimos, miramos a un pasado no tan lejano. Al calor de las palabras, desgranamos los recuerdos y antes del ocaso supimos que un origen común había marcado, para siempre, nuestro ahora. Dos días después, escribo estas líneas. Tengo sobre mi mesa de trabajo el libro de Neruda abierto por el poema número 20. Leo los versos y pienso que nosotros, los de entonces, quizás seamos los mismos.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en: digitalextremadura.com (24/10/2010)

Ilustración: Te seguirés, me seguirás. Claudio Gallina

Caminos difíciles


Estaba atrapado, no podía respirar, pero poco a poco, milímetro a milímetro, se abría paso. Olía a sangre y notaba como un líquido viscoso empapaba su piel. Apenas podía mover las extremidades, pero avanzaba.
De pronto notó unas manos enormes aferradas a su cabeza. Todo ocurrió en breves segundos. Sintió como volaba y lo colgaban boca abajo. Un rápido golpe en las nalgas le hizo llorar.
—Enhorabuena, aquí está su hijo.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en: Avuelapluma (2/11/2010)

Ilustración: Mama Natura. Juan Luis Portorreal Tavarez

Nueva vida

Tiene quince años. Rebosa vida. Sale de la ducha muy perfumado. Se viste con su ropa nueva. Ha quedado con ella. Es la primera vez. Se marcha de casa.
En un rincón de la habitación, el viejo osito Teddy llora desconsolado y grita:
—¡Adúltero!

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en: Avuelapluma (18/octubre/2010)

José Luis Peixoto en el Aula Valverde



El próximo día 25 de noviembre, jueves, a partir de las 20:00 h, en el Palacio de la Isla, sito en Plaza de la Concepción de Cáceres, contaremos con la presencia del escritor portugués José Luis Peixoto en el Aula José María Valverde. Tengo la fortuna de ser el encargado de la presentación previa del autor. Os facilito varios enlaces por si queréis más información sobre Peixoto:

http://www.joseluispeixoto.net/

http://www.elalepheditores.com/es/autor/jose-luis-peixoto_4696.html
http://www.lecturalia.com/autor/3132/jose-luis-peixoto
Entrevista en El Pais

Amanecer


El amanecer acecha a la noche
entre la niebla de la madrugada
y un suspiro del alba
hiere el oscuro telón.

El aire se vuelve frío
y silba entre los árboles,
despierta a los animales
y ofende el silencio de la luna.

La aurora empapa de rocío
la pasión de los amantes
y transforma la belleza nocturna
en horribles sombras alargadas.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Poema publicado en Ars et Sapientia nº.32-agosto 2010

Ilustración: Amaneciendo. María Luisa Palomo

Los derechos de los homoxesuales

Por desgracia, en cualquier rincón de este mundo “civilizado” en el que vivimos, somos testigos de manifestaciones violentas contra aquellas personas que quieren, libre y pacíficamente, expresar su tendencia sexual. El otro día, en Belgrado, los medios de comunicación se hicieron eco de una muestra más de este rechazo a los derechos de un colectivo que ha sido duramente castigado y reprimido a lo largo de la historia. Recordemos que hay países donde aún se trata la homosexualidad como una enfermedad y otros donde está penada con la prisión o con la muerte. También en España, a pesar de los avances de los últimos años, hay sentimientos homófobos por una parte —espero que cada vez más irrelevante— de la sociedad.
El odio hacia una persona por su tendencia sexual no tiene ningún fundamento lógico en el que basarse y entiendo que nadie se puede sentir amenazado porque un grupo quiera reivindicar ante los demás su condición. No llego a comprender cómo puede surgir una oposición tan salvaje, simplemente porque no se comparta la misma forma de vivir y de pensar: en Belgrado hay 102 policías heridos y cuantiosos daños materiales en las revueltas que se han originado como consecuencia de las protestas de un grupo de exaltados contra una marcha del colectivo gay.
Lo grave del tema es que el grupo de homófobos estaba compuesto, en su mayoría, por jóvenes. En ellos parece que los sectores ultra radicales encuentran el caldo de cultivo necesario para fomentar estas prácticas irracionales y violentas. El hecho indica, desafortunadamente, una importante carencia en la educación de los valores básicos y fundamentales.
Es mi deseo —y el de mucha gente— que casos como el de Belgrado no vuelvan a repetirse y entre todos seamos capaces de construir una sociedad en la que la tolerancia y el respeto hacia los demás sea la norma fundamental de convivencia.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en: digitalextremadura.com (11/octubre/2010)

Miedo a dormir


Confundió las dosis de las pastillas. Seguramente no ocurriría nada, pero la noche reinaba y no conseguía dormir. La idea de no despertar lo mantenía alerta. Cuando llegara la mañana sentiría miedo a enfrentarse a un día de dura lucha sin haber podido dormir. Quizás el resultado fuera fatal cuando se quedara dormido al volante del autobús con cincuenta pasajeros.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Publicado en: Avuelapluma (18/octubre/2010)

Ilustración: Presión.Alfonso Maggiolo Peirano

El eco de Virginia Woolf

Tengo sobre la mesa el ensayo de Virginia Woolf, Una habitación propia. Me ha bastado leer algo más de la mitad para detenerme a escribir esta breve reflexión sobre la tremenda dificultad que la mujer ha sufrido siempre a lo largo de la historia en el desarrollo de cualquier tipo de actividad y especialmente en el cultivo de labores intelectuales, científicas o artísticas. Desde la perspectiva del siglo XXI el eco de las palabras de Virginia Woolf puede resultar lejano, pero, por desgracia, hoy en día siguen existiendo diferencias, en muchos casos abismales, entre hombres y mujeres. Sabemos —y nos espantamos por ello— que hay países donde la mujer tiene el mismo trato y dignidad que cualquier animal doméstico, pero no hace falta salir de los países desarrollados para comprobar que estas diferencias siguen latentes en muchos aspectos de la vida y especialmente en el marco de las oportunidades laborales. La lucha de la mujer a lo largo de la historia ha sido dura y aún queda mucho por hacer. Tenemos la responsabilidad de cambiar la situación desde la educación y la base. Las palabras de Virginia Woolf, lejos de estar pasadas de moda, pueden aún levantar ampollas y servir para denunciar esta realidad que el ser humano ha ido arrastrando, como un pesado lastre, desde siglos pretéritos. Quiero compartir, para finalizar, una frase de Una habitación propia con la que la autora critica el menosprecio de la sociedad hacia las escritoras: “El mundo le decía con una risotada —¿Escribir? ¿Para qué quieres tu escribir?.”

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Publicado en: digitalextremadura.com (6/octubre/2010)

Pasen y vean: el espectáculo de la mina San José

Creo que el título que he elegido para estas líneas puede llamar la atención. No quiero, ni mucho menos frivolizar con un hecho que, afortunadamente, ha terminado de la mejor forma posible, es decir, con el rescate de los 33 mineros que llevaban enterrados casi setenta días a 700 metros de profundidad. Pero tampoco me puedo mantener ajeno al inmenso despliegue mediático que se ha levantado a raíz del accidente. Por desgracias, hechos como éste ocurren con frecuencia, aunque son muchas las ocasiones en las que el silencio más absoluto, por los intereses de los de siempre, preceden a desenlaces menos felices. Leo en los diarios que la cifra de periodistas ronda entre 1.600 y 2.000. Se han desplegado en la zona más de 350 medios de comunicación de 33 países. Parece que se han empeñado en televisar, radiar, fotografiar y escribir cada detalle, cada mínimo gesto, cada lágrima, cada rezo... para luego servirlo en bandeja a unos espectadores ávidos de emociones fuertes. Es lamentable que se haga de la vida y de las tragedias un espectáculo para transmitir en directo. Y es más triste aún que estos acontecimientos los utilicen los políticos de turno para sacar tajada y ganar puntos de popularidad. Hay números, se sabe que algunas cadenas de televisión están dispuestas a pagar hasta 32.000 euros a cada uno de los mineros por una exclusiva. Se están haciendo pujas. Al final las audiencias mandan, porque detrás de las audiencias hay dinero. Se hace de la vida un reality show, una ventana abierta donde la intimidad no existe. Todo el mundo tiene un precio y creo que van a ser pocos los que no caigan en la tentación. Tendremos a estos trabajadores, hasta entonces desconocidos, recorriendo los platós de las televisiones de medio mundo. Solo pido que a ninguna productora se le ocurra, aprovechando el despliegue de medios técnicos que se ha llevado a cabo en la mina San José, montar una especie de Gran Hermano en el lugar. Me da escalofrío pensarlo, pero seguro que ya se le ha pasado a alguno por la cabeza esta idea.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Publicado en: digitalextremadura.com (17/octubre/2010)

Efectos secundarios

Sonó el teléfono en el momento justo. Dudó, pero ante la insistencia, atendió la llamada.
— Le informamos de nuestra nueva oferta para conectarse a internet —la voz impersonal de la grabación se clavó en su oído.
Colgó con furia. Cuando volvió a por la cuchilla, se le habían quitado las intenciones de suicidarse.


Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en Avuelapluma (20/sep/2010)

El eterno retorno de las cosas


El viento mece los juncos
cuando el día envejece
en un cielo
sembrado de naranjas.

El sol agoniza en el horizonte
y refleja su último aliento
en las aguas metálicas.

El final es un comienzo
y la muerte pare
el reino de la luna.

Palpitamos
en un ciclo infinito
en el que somos lo simple,
pequeñas partículas
que se arrastran al antojo
de los elementos.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Poema publicado en Ars et Sapientia nº.32-agosto 2010

Lecciones de política exterior en la barra de un bar

Me espanta la frivolidad con la que nos referimos, en muchas ocasiones, a nuestros semejantes. Hoy es domingo por la mañana, hace una temperatura muy agradable y las nubes, mansas y ligeras, cruzan un cielo en el que predomina el azul. Parece mentira que tan solo tres días atrás, Cáceres se hubiera convertido en un caos provocado por unta tremenda tormenta como nadie, ni los más viejos, recuerdan. Decido dar un paseo y visito la Fundación Helga de Alvear —aprovecho estas líneas para invitar a todo el mundo a que conozca este sitio —. Cuando salgo es la una y cuarto, una hora ideal para tomar el aperitivo. Me dirijo a una céntrica y concurrida cafetería. Mientras me sirven una cerveza, muy bien tirada, no puedo evitar escuchar la conversación que dos hombres mantienen a mi lado: “Si son polacos no, tampoco los checos, pero a los moros, los rusos y los sudamericanos se les puede echar sin problemas”. “Es que esto es un coladero, no se puede dar cobijo a tanto vago y a tanto delincuente”. “Sí, pero si son de la Comunidad Europea te los tienes que comer con patatas”.”Yo creo que el francés le ha echado dos huevos, eso es lo que hace falta en todos sitios, sino al final nos invaden”. Casi me atraganto con la cerveza y un terrible escalofrío recorre mi espalda. Recuerdo, no sé muy bien porqué, la tormenta de días atrás. Me gustaría intervenir en la conversación, pero creo que es mejor mantenerse al margen. Estos tipos tienen pinta de no aceptar otra opinión diferente a la suya. Es muy lamentable que se pueda hablar de otras personas, que solo buscan aquí una vida un poco más digna que la que su tierra les puede brindar, como si se tratara de ganado: “Este no me gusta, aunque puede entrar, pero este no entra, que para eso está la ley”. Quizás ha llegado el momento de mirarnos en el espejo y ver, honestamente, en qué nos estamos convirtiendo.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en: digitalextremadura.com (28/sep/2010)

El pozo


No tengo fuerzas
para salir del pozo
en el que cayó mi sombra.

Mis manos resbalan
en el fango viscoso
de las paredes.

Me ahoga
una espiral
de vapores letales.

Me hundo
sin el amparo
de
una
s
o
g
a

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Poema publicado en Ars et Sapientia nº.32-agosto 2010

La disparatada idea del señor Jones

El tristísimo aniversario del 11-S tiene un protagonista que ha saltado a los medios de comunicación de todo el mundo no precisamente por su tolerancia y su buen hacer. El pastor Terry Jones ha amenazado con la quema pública del Corán, libro sagrado de la religión musulmana —como sabemos, esta fe la profesan millones de personas pacíficas en todo el mundo—. Es, se mire como se mire, una ofensa y una provocación clara contra un colectivo que, como cualquier otro, merece todo el respeto. Este tipo de despropósito lo único que consigue es el rechazo de la inmensa mayoría de la sociedad, un tremendo dolor de cabeza para los gobernantes que tienen que acudir con paños fríos y en el peor de los casos levantar la ira de los sectores más radicales. No sabemos que Dios defiende el señor Jones, pero desde luego no es el Dios de la concordia, la convivencia y la paz. La parte más negativa es la publicidad que se le ha dado a un personaje que de otra forma no hubiera sido conocido fuera de su reducido entorno. Soy el primero que lamenta escribir sobre él, pero no puedo mantenerme callado ante la infamia. Espero que el señor Jones rectifique y no solo no lleve a cabo su amenaza, sino que pida perdón públicamente por su disparatada idea. Me gustaría terminar estas líneas recordando que la Constitución Española, norma fundamental de convivencia de nuestra sociedad, en su artículo 16 dice: “Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la Ley”.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Publicado en: digitalextremadura.com (12/sep/2010)

Música


Las cuerdas de la guitarra quiebran
el silencio de la soledad
y como rayos de luna,
rasgan la noche.

Las cuerdas de la guitarra diluyen
la arena de la garganta
y fluye de nuevo la vida
por las viejas cañerías.

Las cuerdas de la guitarra rompen
las horas de platos vacíos
y la melodía extirpa
la miseria enquistada.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Poema publicado en Ars et Sapientia nº.32-agosto 2010

Tan triste


A las siete de la mañana
el sonido del timbre
es la cuna
de un terrible presagio.

Por el horizonte
asoma un sol tímido
disfrazado de gris.

El verdugo eterno
levanta la cabeza
para llorar
por su suerte infame.

En sus manos blancas
aún late el corazón
de la joven rosa.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Poema publicado en Ars et Sapientia nº.32-agosto 2010

Oficios vocacionales


Publicado el 6/9/2010 en digitalextremadura.com

Cada septiembre vuelven a casa los libros de texto y los materiales escolares, supongo que como en muchos hogares de nuestra comunidad. El olor de las tintas recién salidas de la imprenta, los lápices de colores, el forro de plástico y las gomas de borrar parece invadirlo todo. Cada septiembre, recuerdo también a aquella maestra veterana que con una sonrisa cerraba tras de sí la puerta, encerrándose con veinticinco niños y niñas que por primera vez acudían al colegio. “No sé cuanto gana, pero sea lo que sea es poco”, reflexioné mientras aguardaba la salida de los niños y por la puerta volvía a aparecer la maestra con la misma sonrisa intacta.
He tenido muchos maestros y profesores a lo largo de mi vida académica y los ha habido mejores y peores, pero lo que no se puede negar, con los tiempos que corren, es que una persona que decide dedicarse a la docencia, no puede llevar a cabo su cometido si no es con una dedicación intensa y con una paciencia a prueba de bombas. Sí, es cierto que cualquier oficio puede ser vocacional. De hecho sería lo deseable, pero también es verdad que muchos trabajos se pueden ejercer sin necesidad de una tendencia arraigada, o simplemente por la más pura necesidad. Sin embargo, la sonrisa de aquella profesora me enseñó, sin lugar a dudas, que hay personas que se dedican a lo que se dedican por pura vocación.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Pregones en el desierto


El hombre se empeñaba en mostrarnos su arte. No teníamos ningún interés y nos largamos a la primera oportunidad.
Llegó la noche y en la soledad de mi cuarto, me miré al espejo y pude apreciar en mis ojos la mirada enloquecida de aquel individuo.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Negocios


Él se quedó con ella y yo no le devolví su disco de Gloria Stefan. Han pasado los años y sigo pensando que hice el negocio de mi vida.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

La joven viuda

Eligió la noche de bodas para hacerlo. Él estuvo muy apasionado, era su primera vez. Cuando se retiró exhausto, su cónyuge le arrancó la cabeza de certero tajo y se bañó en su sangre. La pobre mantis volvía a enviudar, pero no podía evitar esas manías.

Animaladas

Programaron su ejecución para primera hora de la tarde. Lo arrancaron de su encierro. Había mucha gente y un ruido ensordecedor. Sintió miedo, no sabía a qué se enfrentaba y se defendió como pudo. Quince minutos más tarde, un mamarracho disfrazado con un ceñido traje de lentejuelas le reventaba las entrañas con un estoque. Lo último que pudo oír, fueron aplausos.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Una mancha de chocolate

Todos sabían de su disciplina, seriedad y orden. Reflexionaba cada una de sus decisiones en la vida privada y en la profesional. Un buen día, al tomar una taza de chocolate caliente, se abrasó la lengua y se manchó la camisa. Desde entonces, ya no es el mismo.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

La dudas


Pasaba cada mañana junto a ella. Le encantaba aquella rosa del jardín, pero nunca se atrevió a cortarla. Cuando por fin se decidió, se le habían adelantado.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Juegos de guerra

Vacié el cargador sobre su cuerpo. Primero en la espalda, a traición, y cuando estuve cerca sobre el rostro. Cayó al suelo y se levantó con una sonrisa.
—Ojalá todas las guerras fueran con pistolas de agua —me dijo mientras me besaba con ternura.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

A primera vista


Fue casi amor a primera vista. Habló con ella toda la noche y cuando vio la oportunidad, la besó en los labios. La muchacha lo aceptó con una sonrisa perenne, aunque un poco fría. Le costó algo más llevarla a casa, pero al final logró su propósito. Al amanecer, la policía municipal buscaba por todos lados al desaprensivo que había secuestrado la estatua de Venus.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Ilustración: Tiziano. "Venus de Urbino"

Defensa desproporcionada

El estadio se venía abajo. El gol, a un minuto del final del partido, lo hacía campeón del mundo. Un disparo le arrancó del sueño y le hundió en el sueño eterno. La pelota, en un golpe de mala fortuna, llegó al puesto de guardia. El soldado respondió con contundencia.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Males necesarios


Cuando supo que el ser humano pasa un tercio de la vida durmiendo se quedó horrorizado. No podía perder ese tiempo tan precioso. Decidió no dormir. No duró mucho, murió de agotamiento.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Ilustración: Goya. "El sueño de la razón produce monstruos"

Amante


La luz de la tarde entra por la ventana, colorea de ámbar las paredes y lame tu piel desnuda. Tumbada sobre mi cama, me ofreces el exquisito manjar de tu carne pálida. Mis torpes manos tiemblan impacientes y el corazón late ruidoso en mi garganta. Acerco la boca a tus labios entreabiertos y derramo mi deseo en besos cálidos. Arranco del arpa dormida notas que gimen en el silencio. Encauzo mis sentidos por tus valles frescos y por un instante pierdo mi identidad tras un pliegue caprichoso de tu sonrisa.
Robo las breves horas y las escondo en el fondo del baúl donde guardo los momentos felices.
Luego volverás a tu atalaya para dominar tus posesiones, y yo, que sólo soy el más despreciable de tus juguetes efímeros, albergaré la esperanza de tu improbable retorno.

Víctor Manuel Jiménez Andrada
Ilustración: Nicoletta Tomas Caravia (serie Amantes)

En el parque de atracciones



Cuando bajó de la noria se sintió un poco mareada. No era propensa al vértigo y disfrutaba de las atracciones más arriesgadas. La noria tampoco era grande. Quizás rotaba demasiado rápido y eso fue lo que le provocó la sensación de tener el estómago a la altura de la garganta.
Se sentó en un banco frente al tiovivo. Se fijó entonces en el decorado de los caballitos y carromatos, recargado hasta la saciedad de miles de detalles coloridos. Predominaban las capas de pintura dorada. Desde esa distancia y con las últimas luces del día, se diría que aquello parecía un tesoro de cuento de piratas.
Relajó su ánimo observando el vaivén lento del carrusel, acompañado de la repetitiva musiquilla estridente. Siempre le gustó ese rincón del parque de atracciones.
Pronto se sintió recuperada y se levantó dispuesta a seguir su recorrido, pero la sensación de vacío volvió con más fuerza y se tuvo que sentar de nuevo. Notaba las manos frías y temblorosas. Unas gruesas gotas de sudor recorrían su espalda y la hacían estremecerse. Intentó relajarse, pero el tiovivo le parecía ahora algo horrible. Pasó cerca un chico de mantenimiento del parque y a punto estuvo de pedir ayuda, pero en el último momento se contuvo.


Víctor Manuel Jiménez Andrada

Pessoa

En la terraza del café A Brasileira, en el famoso barrio lisboeta de Chiado, pasa los días Fernando Pessoa. Admite en su mesa, sin cambiar el gesto, a cualquier persona que quiera sentarse un ratito con él. Fue un gran tertuliano, pero ahora no habla nada de nada. Deben ser cosas de la inmortalidad.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Interpretaciones

—¡Papá, papá, ahí viene la ramera!
El hombre se puso pálido. El parque estaba lleno de gente y el niño llamaba su atención a gritos. Se giró muy despacio y, efectivamente, por allí pasaba una mujer que vendía ramitas de romero.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Rosi

Recuerdo a Rosi. Tenía el pelo corto y muy rubio, los ojos azul cielo y los labios gruesos. Era alta y estaba entradita en carnes. Aparentaba mucho más de los trece años que en realidad tenía. Aquel verano caluroso se empeño en ensañarnos a besar. Ávidos de nuevas experiencias, Rosi probó todas las bocas. Mi fortuna fue discreta porque sólo me dedicó un leve roce de sus deseados labios. Al menos podía presumir, a mis catorce años, de haber besado a una chica.
Por aquellos largos días, el cisne de mi niñez cantaba su agonía.
Cuando llegó septiembre, Rosi se marchó a Sevilla y nunca más volví a saber de ella.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

El asesino

Muchos han sido los asesinos despiadados a lo largo de la historia, pero ninguno como el italiano Rocco "Walter" Torrebruno Orgini, más conocido como Torrebruno. Llegó a España a finales de los años cincuenta y pronto se hizo con un puesto privilegiado en los medios de comunicación, desde los que controlaría sus actividades delictivas. Cientos de niños y niñas fueron víctimas de sus ojillos pequeños e inocentes y su voz aterciopelada. A principio de los ochenta, centró sus crímenes en las mañanas de los sábados, en las que reunía un buen grupo de pequeños al grito de “Tigres, leones, todos quieren ser los campeones”. Torrebruno desapareció en 1998 tras un fallido número de ilusionismo del mago Juan Tamariz.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Curiosidad infantil

Audrey Hepburn y George Peppard se abrazaban, con desesperación, bajo una intensa lluvia en un callejón de Nueva York. Apenas salieron las letras, la pequeña lo miró y de forma inocente le preguntó:
—Tito ¿tu nunca te has enamorado?
El tío la observó con asombro. Percibía en la pregunta cierta picardía mezclada con curiosidad infantil. Él era el único soltero de cinco hermanos y ya pasaba de los cuarenta y cinco años.
Pensó por un instante y recordó que una vez estuvo enamorado. Pero no, no fue amor. Si lo hubiera sido, en la locura que envuelve el sentimiento, hubiera abandonado todo por ella y no lo hizo. Quizás ahora le pesaba, pero entonces venció la razón. Sus relaciones posteriores fueron caprichos efímeros. ¿Amor? No, nunca hubo amor.
La niña seguía mirándole, con los ojos muy abiertos, esperando la respuesta de su tío.
—¡Qué cosas tienes, criatura! —fue todo lo que dijo, mientras echaba mano a la cartera para convidarla con un billete de cinco euros, como si así pudiera comprar la voluntad de la pequeña y evitar su curiosidad.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Los artistas

Pablo José ha cruzado el Atlántico para tocar en el paseo marítimo una pequeña pandereta. Claro, que esa no era la idea, pero cuando el trabajo empezó a escasear no quedó más remedio que buscarse la vida de alguna forma. Su primo Arcadio toca el acordeón. No lo hace bien aunque al menos se defiende. Pablo José luce un ridículo gorrito de paja que le viene pequeño y baila de forma grotesca al ritmo de las notas discordantes. Parece un viejo monito de circo. No nació para ser artista.
Frente a ellos, en la terraza acogedora de un restaurante, los turistas devoran con frenesí pescado recién cocinado y se empachan de sangría helada. Un hombre, con cara de jabalí amenazante, los mira con desprecio, toma la servilleta, limpia de su barbilla la grasa que le escurre, llama al camarero y le dice algo.
El servil empleado se acerca a Pablo José y a su primo y los invita a marcharse. Lo cierto es que están en la calle y no tienen obligación de obedecer, pero sumisos y cabizbajos se retiran a otro sitio donde continuar su trabajo. Parece que hoy no es su día.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Veraneantes

La tarde cálida de julio atrapa, perezosa, almas dispares bajo un cielo salpicado de jirones rosas. Los barcos de recreo recorren un mar tranquilo y dejan tras de si una estela blanquecina sobre el azul cristalino y rizado de las aguas. La brisa acaricia, suave, el alma dolorida de los poetas y cierra heridas pero no cicatrices. Las tempestades han quedado olvidadas y ahora el mar, generoso en regalar sus bienes, ofrece sólo la calma.
Desde la atalaya del paseo marítimo, el aprendiz, con un lápiz en la mano, abre su libreta y comienza a derramar palabras sobre el blanco inmaculado y liso del papel. Observa, como un vigía, la inmensa e imposible novela coral que ante él se extiende. Ve dos muchachas jóvenes que pasean, un grupo de niños que juega en la orilla a esquivar olas, una pareja que, en silencio, mira al mar, un hombre con camiseta amarilla que porta una silla plegable de rayas, una familia alrededor de una vieja sombrilla compartiendo la escasez de su fruto fresco... Cada vez que levanta la cabeza del papel ve cientos de historias que podrían descargar muchas plumas. Entonces percibe que la esencia no está en el mosaico de gentes sino en el conjunto que forman con la belleza del entorno que comparten. Mientras tanto el mar, como principal protagonista, sigue dibujándose con la indiferencia de los siglos.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Sueños imposibles

Anhelo poseer la arena del mar,
solo unos granos ridículos
se quedan pegados a la piel
de mis manos.
Y a eso le llamo fe.

Víctor Manuel Jiménez Andrada

Menos es nada

Llueve
y nace tristeza
en el lecho vacío de la esperanza.
Al menos huele a tierra mojada.

Víctor Manuel Jiménez Andrada